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domingo, 25 de mayo de 2014

¿Es bueno que los abuelos cuiden de sus nietos?

Hace tan solo unas décadas, en el modelo de familia  tradicional que regía en España, la mujer se encargaba de cuidar de los hijos mientras que el hombre tenía la función de aportar los recursos económicos necesarios para sostener al núcleo familiar.

La incorporación de la mujer al mercado laboral y el vertiginoso ritmo que ha alcanzado el sistema de trabajo actual lleva a la paradoja de que la mayoría de las personas que se encuentran en edad de concebir y educar a sus hijos no dispongan del tiempo necesario para hacerse cargo de ellos.

Hasta que no se desarrollen mecanismos efectivos que permitan compatibilizar tanto al padre como a la madre sus obligaciones familiares con las laborales, la mayoría de las familias deben buscar por su cuenta una solución a esta embarazosa cuestión:

¿Qué hago con mi hijo en mi horario laboral? 
 ¿Quién lo va a cuidar en sus vacaciones escolares?

Cada familia buscará la solución que mejor se adapte a sus circunstancias y economía. No obstante, existe un gran número de familias que deciden que su mejor o única opción es que los abuelos de los niños sean los encargados de cuidarlos.

Es cierto que esta opción cuenta con importantes ventajas, ni que decir tiene que para el pequeño será mucho más agradable pasar todas las horas de ausencia de sus padres con unas personas con las que ya tienen una importante vinculación. Es más, esta circunstancia es más beneficiosa para su desarrollo emocional cuanto menor edad tenga los niños.

Otra indudable ventaja es la inmensa tranquilidad que les reportará a los progenitores tener la certeza de que sus cuidadores se preocuparán por sus hijos tanto o más que ellos mismos.

No obstante, esta opción no carece de riesgos. Por un lado, los abuelos tradicionalmente han sido aquellas entrañables figuras que saben mimar y consolar como nadie a sus nietos, los acompañan a sus actividades de ocio y aportan valiosos consejos e historias basadas en la experiencia de toda una vida. 

Sin embargo, precisamente, su avanzada edad puede convertirse en algunas ocasiones en una dificultad añadida. El vigor y agilidad de las personas va disminuyendo con la edad y la crianza de los niños por periodos prolongados requiere de grandes dosis de energía. 

No menos importante es el hecho de que los abuelos, ya han educado durante muchos años a sus propios hijos, aspecto que les habrá reportado una valiosa sabiduría, sin embargo, también los convierte en personas cansadas de ejercer esta labor y, en muchos casos, los ha llevado a la errónea conclusión de que las interminables luchas, castigos y exigencias que mantuvieron cuando educaban a sus hijos no eran tan necesarias.

 "Al fin y al cabo, al final maduraron y se convirtieron en adultos responsables."

Entre otros factores, los mencionados anteriormente pueden ser la causa de que los abuelos, en general, se muestren más permisivos en el cumplimiento de las normas de lo que sería conveniente en edades tempranas, cuando los infantes están construyendo su código moral. 

Ya hemos detallado en otro artículo de este blog los inconvenientes de utilizar un estilo educativo permisivo o sobreprotector en la educación de los hijos, aunque me gustaría señalar en esta ocasión la enorme importancia que ostenta que las personas que se encargan durante un número importante de horas de la educación de los niños mantengan un estilo educativo similar, ya que cuando existen diferencias importantes, por ejemplo, cuando uno es más permisivo que otro, las consecuencias negativas para la educación de los pequeños aumentan de forma exponencial.

Pensemos que durante los años en los que se encuentran construyendo su esquema mental sobre el funcionamiento el mundo, si los mismos actos derivan en unas ocasiones en castigo y en otras pasan desapercibidos o incluso son premiados, nunca podrán aprender la diferencia entre lo que está bien y lo que está mal. Si alguien le recrimina por su comportamiento lo atribuirán a que está de mal humor o que esta persona "es una pesada", y no a que su conducta no sea adecuada.

Por todo lo anterior, sería conveniente, preservar el papel entrañable de los abuelos, aprender de sus consejos, dejarlos disfrutar del tiempo libre en compañía de sus nietos y evitar, en la medida de lo posible, sobrecargarlos con una segunda crianza. 

En los casos en los que no quede otra alternativa se hace especialmente importante mantener un diálogo fluido con ellos y entre todos hacer el esfuerzo necesario para que el criterio educativo de padres y abuelos sea similar.