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sábado, 20 de abril de 2013

¿Es realmente perjudicial dar un azote a mi hijo si se porta mal?

En los últimos años se habrán cansado de escuchar que no es adecuado usar el castigo físico para educar a los menores. La mayoría de los psicólogos y profesionales de la educación aseveran que no es un método efectivo a largo plazo, y que presenta un gran número de "efectos secundarios" negativos.  Por lo tanto la conclusión según los especialistas es que no se debe propinar un azote o incluso gritarle a un niño cuando se porta mal y que podría ser perjudicial para su desarrollo personal. 

Sin embargo, estas afirmaciones contrastan con la experiencia de muchos padres y madres actuales ya que por un lado, ellos cuando eran pequeños recibieron más de un azote durante su educación y es razonable que piensen:  "En mi caso no resultó tan malo" "Yo no estoy traumatizado por ello" etc. Por otro lado, en la educación cotidiana con sus hijos comprueban que si su hijo se está portando mal, y le dan un azote, inmediatamente deja de portarse mal, y además uno se queda mucho más relajado, entonces,...

¡¿CÓMO QUE NO FUNCIONA?¡

En realidad tanto los gritos como el castigo físico, para el que los administra, funcionan como un mecanismo de descarga emocional y para el que los recibe como algo desagradable. Por tanto, es razonable que el que los sufre trate de evitarlos en el futuro y el que los administra sienta cierto alivio tras aplicarlos. 

Debido a lo anterior, inicialmente si que es un método efectivo: si el niño está haciendo algo mal y recibe un grito o un azote en ese instante, la próxima vez, recordará lo ocurrido y puede que desista en su intento. No obstante, a nivel educativo su eficacia es muy limitada ya que existen varios aspectos a tener en cuenta:

Por una parte, todos y todas, en su experiencia cotidiana habrán podido comprobar que cuando una persona grita, al principio, puede resultar desagradable, sin embargo, si lo hace con frecuencia nos acostumbramos y llega un momento en el que nos parecerá algo indiferente. 

Este mismo proceso ocurre en la educación de los hijos. Las primeras veces al pequeño le resulta tremendamente desagradable recibir un grito o un azote, de ahí que inmediatamente cese el comportamiento inadecuado. Sin embargo, al cabo de un tiempo se habitúa y deja de provocar el efecto inicial. En estos casos, para que siga funcionando habría que aumentar la intensidad del castigo, es decir, pegar más y más fuerte, aunque hay que tener en cuenta que el niño con el tiempo se habituaría de nuevo y no se puede aumentar la intensidad eternamente. Pronto nos quedaremos sin recursos.

Por otra parte, no debemos olvidar que los niños y niñas aprenden en gran medida por observación.  Infieren como deben comportarse, relacionarse y como resolver sus conflictos observando e interpretando las actitudes, el comportamiento y la forma en la que sus padres o cuidadores se relacionan. 

De lo anterior se pueden extraer algunas conclusiones importantes: 
  • Ante estas situaciones el menor percibe el creciente enfado y descarga emocional de los padres por lo que pueden interpretar que éstos se han enfadado y se han descargado con él y no que su comportamiento fuese inadecuado.
  • Se genera tensión, nerviosismo y un clima agresivo en el hogar cada vez que tiene lugar un comportamiento que pueda no ser adecuado.
  • El mensaje que aprenderá el niño es "Si no te parece bien lo que hacen los demás has de golpearlos" 
  • No siempre serán niños pequeños, con el tiempo crecerán y si solo se utiliza este recurso,...
¿qué hacemos cuando el infante se convierta en un adolescente de metro ochenta?

¿Responderá a un azote? o aplicará aquello que le hemos enseñado durante todos estos años: 

"Si algo no te gusta GOLPEA, y si no responde: GOLPEA más y MÁS FUERTE."





jueves, 11 de abril de 2013

El fin de la civilización humana

El cine y la televisión suelen expresar las inquietudes y preocupaciones que perturban en mayor medida a la sociedad de cada época. Las películas y series televisivas que nos entretienen no solo se ocupan de describir las bondades y dificultades del mundo en el que vivimos, sino que, con grandes dosis de creatividad, imaginan innumerables formas en las que los individuos o los grupos afrontan grandes retos, experimentan asombrosas aventuras y dan salida a las inquietudes de la sociedad.

Por citar un ejemplo, en el periodo en el que se desarrolló la tecnología que abría la posibilidad de viajar al espacio no tardaron en aflorar una gran variedad de películas en las que o bien los humanos se embarcaban en misiones de todo tipo fuera de nuestro planeta o bien seres de otros mundos nos visitaban con diferentes propósitos y planes para la humanidad.

Siguiendo la misma lógica aunque centrándonos en el presente,

 ¿qué podemos extraer de la sociedad actual, cuales son sus principales preocupaciones y anhelos?

Al contemplar las carteleras de cine o las series de televisión de los últimos años se puede comprobar la cantidad de argumentos que versan sobre un catastrófico e imprevisto fin de la sociedad actual y cómo las personas que quedan construyen una nueva sociedad.

Todo comienza con un evento que puede ser provocado por el ser humano o por causas naturales. La temática elegida para ello es diversa, un meteorito, el cambio climático, un desastre nuclear, una enfermedad devastadora que bien aniquila a la mayoría de la población o los convierte en muertos vivientes, etcétera.

Esta circunstancia consigue acabar de un plumazo, además de con la mayor parte de la humanidad, con la forma de vida actual obligando a los protagonistas a desenvolverse en un mundo en el que las tareas a realizar y la forma de vida son bien distintas a las que desempeñaban con anterioridad al evento catastrófico.

¿Significa esto que deseamos que nuestra civilización desaparezca?
¿Qué subyace en realidad tras estas inquietudes?

Desde mi punto de vista, la sociedad en la que vivimos ofrece grandes comodidades, bienestar e innumerables beneficios aunque no de forma gratuita, a cambio nos exige un alto nivel de esfuerzo y sacrificio.

En nuestra cultura, desde pequeños crecemos pensando que el ser humano es libre y como tal dispone de un gran abanico de opciones sobre el tipo de vida que quiere vivir. El trabajo se plantea como un medio para poder cubrir sus necesidades.

Cuando el niño se va convirtiendo en adulto y comienza a ejercer sus funciones como miembro activo de la sociedad va notando que para cubrir sus "necesidades" necesita dedicar más tiempo del que le gustaría a su formación, al trabajo, etc. Progresivamente irá afianzando su grupo de amigos, sus relaciones de pareja y todo su entorno social.

En este periodo aún puede estar convencido de su situación es temporal, piensa que en breve encontrará un trabajo que le permita una mayor calidad de vida y con menor dedicación. Puede encontrarse bien con su pareja y amigos aunque "sabe" que en el momento que lo desee puede cambiar esta situación.

Sin embargo, conforme pasa el tiempo, el adulto va siendo "atrapado" por la vida ideal que siempre había deseado ya que para mantenerla se le plantean unas exigencias que en muchos casos hacen muy difícil que pueda disfrutar aquello que ha conseguido con tanto esfuerzo: una casa, una pareja, unos hijos, quizá un coche...

Hay casos en los que la persona forma una familia con hijos con la ilusión de poder cuidarlos y disfrutar de su vida en familia, sin embargo, debe trabajar tal cantidad de horas para cubrir sus necesidades que le resulta imposible compaginar ambas esferas, en algunas ocasiones llega a invertirse la situación de la que se partía ya que al no poder dedicar menos horas al trabajo se "abandona" la vida familiar, pasando ésta a un segundo plano. En ocasiones incluso se convierte en un obstáculo para progresar en el trabajo y en una fuente añadida de presión ya que los hijos y la pareja también demandan una atención para la cual no se dispone de tiempo. 

En otros casos es tan alto el nivel de exigencia que tener una familia es "un lujo que no se puede permitir". Bien porque no se dispone de tiempo para ello o bien porque no existen garantías de poder cubrir sus necesidades básicas.

A pesar de los avances tecnológicos y científicos, hay muchas parejas que no pueden tener un hijo, otras no pueden ampliar la familia y las que los tienen no tienen tiempo para cuidarlos.  

            ¿ESTAMOS FAVORECIENDO LA EXTINCIÓN DE LA ESPECIE?

Vivimos en una época en la que el desarrollo de la ciencia nos ha permitido obtener los recursos necesarios para poder cubrir todas las necesidades de forma estable. Es cierto que sin un alto nivel de trabajo por parte de una gran cantidad de personas no se podría conseguir el asombroso nivel de desarrollo y bienestar en el que nuestra sociedad se encuentra en la actualidad.

Sin embargo, la contrapartida es una gran presión y exigencia en el trabajo, dedicación de una cantidad de tiempo que resulta excesiva para poder compatibilizarlo con otras facetas de la vida. Una sensación de incertidumbre  e inseguridad ante la posibilidad de no poder garantizar las necesidades básicas en un futuro próximo.

Por lo tanto, durante su vida adulta, el ser humano moderno, descubre que es prisionero de la vida ideal que desde pequeño soñó y no está psicológicamente preparado para abandonarla ya que él mismo la eligió y ha trabajado muy duro para conseguirla.

Las historias del cine y televisión brindan un inesperado y repentino final de esta forma de vida, liberando a la humanidad, y ofreciendo una nueva oportunidad a los "deseos inconscientes" de volver a disponer de ese abanico de opciones inherentes a la libertad.