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martes, 21 de mayo de 2013

Claves para entender el inquietante mundo de un adolescente

La adolescencia, a pesar de ese halo de inquietud e inseguridad que transmite a los adultos, tan solo es una etapa en el desarrollo evolutivo que todos y todas hemos atravesado irremediablemente para convertirnos en adultos.
Quizá cuando nos encontrábamos inmersos en ella no nos parecía algo importante, es más, con gran probabilidad nos considerábamos personas adultas con más capacidad que cualquiera para llevar a cabo cualquier acción o pensamiento que pudiésemos imaginar.
Sin embargo, en la actualidad existen programas de televisión, libros, escuelas de padres, y un sin fin de recursos que nos orientan sobre la mejor forma de afrontar la relación con un adolescente, ya que esta se presume complicada y tediosa. 
A pesar de que en esta edad se perciben como adultos y dan un gran valor a sus ideas y preocupaciones, para los demás la realidad es bien diferente, los consideran inmaduros y centrados en sí mismos, lo que suele provocar un importante desencuentro.  
 ¿Qué les ocurre en esta etapa?, ¿cómo piensan y se sienten?, ¿porqué se comportan del modo en el que lo hacen?.
Para ponerse en la piel de un adolescente es necesario tener en cuenta algunos cambios por los que atraviesan en estos años. Por un lado se producen cambios físicos y hormonales que acaban transformando el cuerpo de un niño o niña en el de una persona adulta. Además el cuerpo humano no crece de forma armónica y ordenada, aspecto que sin duda, provocará una excesiva preocupación por su imágen externa, puede generar grandes dosis de incertidumbre y en algunos casos supone un duro varapalo para la autoestima.
Por otra parte, comienzan a disponer de la habilidad para pensar como un adulto, entienden con mayor profundidad conceptos abstractos, valoran un mayor número de dimensiones en los problemas y su razonamiento ético y moral es mucho más avanzado. En esta etapa se acaba de forjar su identidad personal y sexual. Deben decidir que tipo de persona quieren ser y para conseguirlo realizarán diferentes pruebas hasta conseguir un ajuste que culminará con la formación de su propia identidad y del sistema de normas y valores que seguirán en el futuro. Por si no fuese suficiente, deberán tomar algunas de las decisiones más importantes en su vida, como son la búsqueda de pareja, qué profesión desempeñarán o en qué lugar vivirán.
Debido a la tremenda importancia de la formación de la identidad, muchas de las experiencias y relaciones vividas en esta época se recuerdan de forma especial y acaban trascendiendo a esta etapa. Prueba de ello es que, en muchas ocasiones, las amistades consolidadas en este periodo son más valoradas que las forjadas en otras épocas o que nuestra música preferida esté relacionada con la que más nos gustaba durante nuestros años de juventud.
Estos y otros cambios hacen que la adolescencia sea vivida por sus protagonistas como una época turbulenta y de gran tensión que acaban transmitiendo a las personas que se relacionan con frecuencia con ellos.  
Aunque no lo parezca, durante estos años necesitan del apoyo y orientación de los adultos, de un sistema de reglas y valores coherentes que les sirva de punto de referencia cuando se encuentren perdidos así como grandes dosis de paciencia y comprensión. 

jueves, 2 de mayo de 2013

Depresión postparto: causas y prevención

En las sociedades occidentales, existen mensajes culturales que favorecen que poco a poco se forje la creencia de que uno de sus principales objetivos vitales, sobre todo para una mujer es tener y educar a un niño o niña.

Desde pequeñas la mayoría de los juegos con los que se divierten las niñas están relacionados con el cuidado y la crianza de los bebés. De igual forma, muchos cuentos infantiles transmiten el mensaje de que el ansiado final feliz al que toda mujer aspira es tener un príncipe azul con el que formar una familia.

 "No será una buena mujer o no se podrá sentir totalmente plena por muy bien que se desempeñe en el resto de parcelas hasta que no sea madre."

Una vez que se llega a la vida adulta, la mujer, "equipada" con este tipo de creencias, se plantea hacer realidad este sueño y se encuentra con que, en la edad adulta, también existen multitud de mensajes y señales que indican  que estar embarazada y tener un hijo o hija es una de las experiencias más maravillosas que le puede ocurrir a una mujer. 

Por una parte, existe una presión social del entorno próximo que insiste e intenta convencer a las parejas sin hijos para que pongan remedio lo más rápido posible a esta situación, que llega a parecer anormal o patológica si se prolonga unos años. Las futuras madres pronto afianzarán la conclusión de que:

Tener un hijo es algo tremendamente deseable y 
nunca se podrán sentir tan plenas y dichosas como cuando sean madres.

Por otra parte, en las películas, series de televisión o en la publicidad, se transmite una imagen idílica tanto del embarazo como de la crianza de los hijos. Por lo tanto, no es de extrañar que muchas mujeres tengan unas expectativas idílicas sobre el embarazo y los primeros meses de crianza de un bebé.

Todo será maravilloso, cuando nazca mi bebé seré la persona más feliz del mundo. Me embargarán todo tipo de sentimientos de felicidad, dicha y alegría.

Estas expectativas se podrán incrementar notablemente en los casos de adopción y acogimiento familiar ya que por un lado, en muchos casos la esperanza de ser madre se ha visto truncada, al menos de forma biológica, y la adopción o acogimiento supone la última puerta para lograr tan ansiado objetivo.

Por otro lado, estos procedimientos suelen alargarse de forma considerable, llegando a pasar en algunos casos varios años antes de que puedan tener en su compañía al esperado menor, aspecto que favorece que se dispare la ilusión y los sueños sobre lo bonito y maravilloso que será el mundo en el momento en el que pueda "ser madre".

No pretendo argumentar que tener un hijo o hija no sea una de las experiencias más asombrosas que pueda experimentar una persona, sin embargo, cualquier madre o padre estará de acuerdo en que el nacimiento y crianza de un bebé son unos eventos muy estresantes y aún lo son más en el caso de ser la primera vez.

En el parto y los primeros meses se produce un gran cambio en los niveles hormonales que en ocasiones provocan sentimientos de tristeza o irritabilidad, se siente dolor, mucho cansancio, ansiedad e incluso crispación cuando el pequeño no para de llorar o no permite descansar a sus agotados papás. Habrá ocasiones en las que por un momento se generen sentimientos negativos hacia el bebé ya que es el causante de las situaciones que provocan el acusado malestar que sufren los padres.

Estos y otros sentimientos y pensamientos, a pesar de ser totalmente normales en este periodo, chocan frontalmente con las expectativas idílicas relacionadas con la maternidad generando una disonancia en la mamá que puede provocarle un enorme sufrimiento.

En algunos casos las mamás comienzan a preocuparse por pensamientos como los siguientes:

"soy madre, por lo tanto no debería sentirme así", 
"algo debe haber mal en mí estoy sintiendo esto hacia mi bebé", 
"Tengo un hijo, ¿Porqué no me siento plena y feliz?", 
"SOY UNA MALA MADRE"

Por lo tanto, sería recomendable, ajustar las expectativas a la realidad y tener muy presente lo que supone un bebé en términos prácticos, el tiempo que es necesario dedicarle, el estrés y la carga emocional que provoca, para que cuando llegue el momento, los padres se encuentren con una actitud que les permita valorar los aspectos positivos y disfrutar las increíbles e inigualables sensaciones que la crianza y educación de un bebé les puede reportar.