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miércoles, 31 de julio de 2013

Descubre las calves para educar a un hijo

Los niños y niñas aprenden de su experiencia cómo funciona el mundo y qué se espera de ellos. Por lo tanto, su comportamiento estará en gran parte determinado por la actuación de las personas que lo cuidan desde su más tierna infancia.
En algunas ocasiones, cuando los niños actúan de manera desafiante, negativa y agresiva hacia sus padres, obtienen consecuencias favorables para ellos, como el cese de las demandas, la retirada de la atención no deseable o la obtención de algo agradable. Como resultado, estas conductas se fortalecen y ocurrirán con mayor probabilidad en el futuro.
Del mismo modo, cuando los padres son muy severos, agresivos o negativos en sus interacciones con los niños, a veces, son reforzados porque esa conducta produce obediencia o elimina una fuerte irritación.
Consecuentemente, tanto los niños como los padres aprenden a tener comportamientos negativos y agresivos cuando se enfrentan a acontecimientos desagradables.
La forma de que el niño aprenda un sistema de normas y ajuste su comportamiento a éste es asegurarse de que siempre reciba las consecuencias apropiadas a sus actos, es decir, si se comporta bien debe tener consecuencias positivas pero si se comporta mal deberán ser negativas. Es necesario tener en cuenta que los niños y niñas necesitan que otras personas establezcan unos límites al comportamiento inapropiado y apliquen consecuencias a la conducta de forma predecible y consistente.
¿Cómo podemos conseguirlo?
Para descubrirlo nos adentraremos en las diferentes situaciones que se pueden presentar durante el cuidado y educación de nuestros hijos:
Hay ocasiones en las que el niño hace algo bien, o lleva a cabo un comportamiento que nos gustaría que mantuviese, como por ejemplo ordena su cuarto, ayuda a un hermano, etc.
Será mucho más probable que vuelva a comportarse de este modo si, recibe algo agradable para él, por ejemplo: si el padre o la madre le dicen:
me ha gustado como has ayudado hoy a tu hermano”
Es importante en estos casos no recordar otras ocasiones en las que no lo ha hecho bien, por ejemplo:
Hoy has recogido tu cuarto, pero ayer lo dejaste todo desordenado”
De esta forma la sensación para el niño es desagradable y por lo tanto será menos probable que intente hacerlo bien otra vez.
En otras ocasiones, el niño se encuentra en una situación que no le resulta agradable, por ejemplo dentro de casa cuando quiere salir. En estos casos, si condicionamos la salida de esta situación a la realización de un comportamiento, es muy probable que el pequeño repita esta forma de actuar en el futuro. Por ejemplo:
Cuando acabes los deberes podrás salir” o,
Cuando ordenes el cuarto podrás ir al salón”.
Hay veces en las que el niño presenta un comportamiento inadecuado, a pesar de que en otras ocasiones se le ha explicado que no debe actuar de este modo. En estos casos, si queremos que aprenda a no realizar este comportamiento en el futuro, las consecuencias deberán ser desagradables para él. Aunque, en primer lugar, cuando sea posible, es recomendable dar un aviso, para ofrecer la oportunidad de que corrija su comportamiento:
No insultes a tu hermana”
Si lo vuelves a hacer ocurrirá X”
En caso de que no obedezca, inmediatamente hay que pasar a la acción y cumplir el la advertencia que le hemos formulado (X). Hay varias formas de conseguir que el niño perciba como desagradable la consecuencia tras su comportamiento:
  • Retirar algún objeto o actividad que le guste durante un tiempo:
    • No ves la Tv durante 15 minutos”
    • No sales al parque esta tarde.”
    • Dejas de jugar a...”
  • Situarlo durante un tiempo limitado en un entorno aburrido.
    • Te sientas en la trona durante dos minutos”
    • Te sales al pasillo durante 5 minutos”
Tanto los gritos como el castigo físico son consecuencias que percibidas como desagradables por los niños, y por tanto, si se utilizan después de un comportamiento inadecuado, es probable que dejen de realizarlo, al menos a corto plazo. No obstante, ya hemos señalado en anteriores publicaciones las consecuencias de usar estas opciones de forma frecuente.
Por último, es muy común que niños y niñas exijan el cumplimiento de alguno de sus deseos porque en otras ocasiones lo han conseguirlo, por ejemplo cuando acompañan a los padres al supermercado y piden un helado, o cuando quieren conseguir la atención constante de su madre o padre incluso en situaciones inadecuadas.
En estos casos, bastará con no prestar atención a las diferentes “escenas”, que desplieguen los niños: por ejemplo: llorar, tirarse al suelo, etc.
Es conveniente señalar, que las primeras ocasiones que se utiliza esta estrategia, es probable que se produzca un aumento de la conducta no deseada ya que el niño o la niña tienen la costumbre de conseguir sus deseos de esta forma (llorando, gritando, etc.) y por tanto pensarán:
no habré llorado suficiente, voy a llorar más”


Poniendo en práctica de forma constante estos procedimientos, en poco tiempo el pequeño aprenderá qué se espera de él y comenzarán a desaparecer las dificultades educativas.

sábado, 13 de julio de 2013

ANSIEDAD


 La ansiedad es una reacción emocional (como la alegría, el amor, la tristeza o la ira) caracterizada por sensaciones de tensión, aprehensión, nerviosismo y preocupación además de la activación o descarga del sistema nervioso autónomo. 

Normalmente aparece en presencia de un peligro o amenaza para el individuo permitiendole estar alerta, sensible al ambiente y aportando un nivel óptimo de motivación para afrontar las diferentes situaciones. Por lo tanto, cuando nos encontramos ante un peligro objetivo, un incremento de la ansiedad puede facilitar un mejor afrontamiento de la situación. 

Imaginemos que vamos por el campo y aparece un oso, automáticamente sufriríamos un aumento de ansiedad que provocaría que el corazón latiera más rápido, que nuestros pulmones funcionaran de forma más eficiente y agudizaría nuestros sentidos para permitirnos afrontar con éxito la situación.

"La ansiedad nos ha posibilitado que salvemos la vida"

El problema surge cuando estamos ante una situación que, objetivamente, no es peligrosa y, sin embargo, aparece la respuesta de ansiedad. En estos casos se convierte en una fuente de malestar y sufrimiento aunque, a pesar de que resulte incómoda, no supone peligro alguno para nuestra salud.

Como veíamos anteriormente la ansiedad consiste en la activación del sistema nervioso autónomo, cuyas manifestaciones pueden ser: Palpitaciones o elevación de la frecuencia cardiaca, sudoración, temblores, sensación de falta de aliento, opresión en el pecho, nauseas, inestabilidad, mareos o desmayos, desrealización, hormigueo en las extremidades escalofríos y sofocaciones. Todos estos síntomas, trascurrido un breve periodo de tiempo, van desapareciendo gracias a la acción de un mecanismo que regula la activación de nuestro organismo (Sistema nervioso parasimpático).

En los casos en los que no existe un peligro real la ansiedad aparece a causa de la interpretación que la persona hace de la situación ya que existe una gran relación entre los pensamientos y la ansiedad. 

Pondré un ejemplo para que se entienda mejor: imaginen que están solos en casa de noche, oyen un ruido y piensan: " ha entrado un ladrón" 

¿cómo se sentirían?...

Ahora consideren la misma situación pero en lugar de imaginar que es un ladrón, en este caso, piensan que el viento ha golpeado la ventana. 

¿Cómo se sentirían ahora?...

Este ejemplo demuestra que dependiendo de cómo interpretemos una situación nuestro estado emocional y, en consecuencia, nuestra conducta van a cambiar. 

¿Qué podemos hacer para desactivar este mecanismo cuando no existe una amenaza real?

Como hemos visto anteriormente, para que un estímulo o situación acabe desencadenando esta desagradable activación del sistema nervioso es necesario que medien unos pensamientos que nos hagan estar convencidos de que ese estímulo es amenazante para nuestra seguridad. 


Estímulo desencadenante 
(Se oye un golpe)
...
Percepción de amenaza
(un ladrón)
....
Activación del SNA

(taquicardia, mareo, temblores, etc )



Por lo tanto si queremos que la ansiedad desaparezca, lo más efectivo es detectar y combatir estos pensamientos, dejar de darles importancia y credibilidad. En el momento que nuestro organismo entienda que esta situación o estímulo no es peligroso se relajará. 

Una vez que el sistema nervioso autónomo está activado, se pueden poner en práctica técnicas de relajación para ayudar al organismo a desactivarse y, al mismo tiempo dejar de sentir los síntomas asociados a esta activación. Para conseguir este objetivo resultan de utilidad las técnicas de respiración abdominal, la meditación, el yoga, el ejercicio, técnicas de relajación muscular o cualquier otra actividad similar.